Al igual que muchos rubros el diseño industrial ha tenido un freno global. Como muchos, todos hemos tenido que adaptarnos e a la pandemia global que se desarrolla y luchar para encontrar nuevas formas de trabajar y producir. De un día para otro tratos con clientes, proveedores, colaboradores y mes se ha alterado, poco para los afortunados y mucho para los que están pasando por una pausa mayor. Las fábricas y los procesos se interrumpieron, los proyectos se suspendieron y muchos equipos han comenzado a trabajar de formas restringidas que afectan la cantidad de la producción y por ende su estabilidad. La cruda comprensión de que el COVID-19 estará presente durante un largo período de tiempo es una que nos ha despertado a muchos de nosotros en los últimos meses. Esto lleva a pensar no solo en formas de adaptar los negocios si no las propuestas, materiales, conceptos, expectativas. Todo.
Todo lo que fluye influye
Siempre en la creación de una pieza la fuente primordial de enfoque es el cliente, pero todos los involucrados en el proceso, a veces de manera desapercibida, a veces más conscientes, tenemos la influencia de factores que determinan el flujo de todo en el mundo. Cambios en la economía, movimientos sociales, cambios políticos, cambios en la forma que consumimos, todo se suma para crear las macro tendencias y micro tendencias que formarán parte del nacimiento de una pieza. Si bien todos soñamos con la pieza atemporal perfecta, podemos ponernos a reflexionar que es lo que la hace atemporal, que parte de esa pieza la hace trascender tanto cambio en nuestro mundo. Es algo para pensarse. O como los ciclos se ven reflejados en las piezas. Por ejemplo, en un tiempo una mecedora representaba algo maternal, seguro y femenino, después pasó a ser una pieza anticuada, que no iba con la mujer moderna, innecesaria. Después las volvemos a ver, como una necesidad nostálgica de regresar a tiempos simples.
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